EL DOMADOR DE LA SOLEDAD
(AudioLibro)
2022 CD
01. El domador de la soledad
02. Amarrado
03. La lluvia
04. Prosa I
05. Prosa final
06. En el albor de un nuevo día
07. Dejar algo
08. Con lágrimas en los ojos
09. No pensaba decir nada hoy
10. Estrella
11. Cuando se pone el sol
12. Remolinos
13. Ella es todo
14. Sangre
15. Desnuda
16. Sin morir
17. Luz de amor que calmas mi vida
18. Me apagaré
Las 18 pistas pertenecen al libro El domador de la soledad, del poeta Javier López Trezza.
El CD fue grabado en Buenos Aires, en mayo de 2022.
Textos leídos por su autor
Sol Naredo: Diseño gráfico
Un hombre se conmueve y llora,
y escribe,
y se convierte en otra cosa,
y todo esto pasa dentro de mí,
como el beso.
Soy el domador de la soledad.
Un reloj trabaja todo el día colgado de la pared.
Y yo siento que debo escribirle a la lluvia.
Creo que el mundo se ha convertido en un mercado,
y que los pájaros y los poetas se extinguen.
Ya abracé a mi oceánida
y me amarré a sus costas
para siempre.
Llueve,
y a pesar de los años y de mi amor por ella,
nunca le escribí.
Llueve,
y desde ayer no deja de abrazar a las ventanas de los amantes
y de los hombres que no duermen por las noches.
Llueve,
y pareciera que no quiere irse,
pero tal vez lo haga cuando ya nada tenga para decir.
Llueve,
y siento que ella llora,
y que se esconde cuando escucha pasar los autos.
Un hombre mira la lluvia, asomado a la ventana.
La lluvia es una mujer con los ojos entumecidos.
Una mujer que son todas las mujeres que aman,
pero una sola mujer sabe
que soy un hombre
abrazado a su ventana.
No hay ninguna posibilidad de que yo vuelva a estar en manos de la infancia.
No hay una sola noche igual a otra.
La vida es una mujer.
La muerte es su ausencia.
Posiblemente algún poema sobreviva al olvido.
Rembrandt murió de tristeza.
La voz de Borges,
y la alegría del otoño que ya empieza.
¿Y aquellas tardes cuando estábamos solos y nadie nos llamaba?
¿Y esas mañanas cuando solo esperaba que pasen?
¿Y cuándo me lastimaba?
Esperé desesperado que la vida no me nuble...
pero ahora que tu sonrisa es más grande que el mundo,
me pregunto para qué tanto dolor, para qué mi amor...
Y estas lágrimas que ahora humedecen mis labios
me dicen que está bien sangrar,
y que hemos estado solos, demasiado quizás como para contarlo,
pero ahora que los días se ríen de aquellos años,
me pregunto para qué tanto dolor, para qué mi amor...
en el albor de un nuevo día.
Dejar un poema,
una señal,
un grito,
un abrazo,
un recuerdo en la inmensidad de la ausencia.
Un renglón,
una palabra,
un sueño,
que como un hombre aferrado a una frágil antena
espera que la tormenta se tranquilice.
Dejar algo que sobreviva a la herrumbre del tiempo,
eso espero...
Con lágrimas en los ojos
siento que nada es más importante que Vivir
y que no se deben detener los sueños.
Me queda la imagen de un hombre solo, no vidente,
caminando, siempre caminando, apoyado en su bastón.
Que le ofrecí cantar,
que tomamos un café eterno.
Que recitaba mis poemas
y que se murió, sé que se murió.
Me queda la imagen de un hombre solo, no vidente,
caminando, siempre caminando, apoyado en su bastón.
Con lágrimas en los ojos.
No pensaba decir nada hoy,
pero no me quiero morir.
Y con los años aprendí
que el dolor es la escuela del sabio.
Y a medida que pasan los años
te amo cada día más. Sin embargo,
no pensaba decir nada hoy.
No creas que el amor no existe
solo por el hecho de que no lo viste.
Y a pesar de tantas calles muertas
y recuerdos envueltos en el viento,
y hombres sin rumbo, el amor te espera.
Siempre habrá alguien esperando,
el abrazo que soñaste,
la noche que te diste por perdida.
Siempre habrá alguien esperando...
El amor es la estrella de la vida.
I
Posiblemente sea solo un hombre herido que escribe.
Y ahora que el río suena, sé quiénes estarán conmigo cuando mis ojos se apaguen.
II
Entre tantas hornacinas, quiero solo un ranchito al costado de la ruta para amarla en paz.
III
El día muere.
Ella vive en mí.
Mis lágrimas se deslizan más allá de mis ojos
y se deshacen al hundirse entre mis labios,
pero no debo decirlo así, en realidad estoy llorando,
es que es muy difícil sobrevivir en un mundo agazapado.
A veces me cuesta creer en mí
y a veces no sé qué decir.
A veces pienso que no importa nada
y que me siento solo
y que no puedo
y que sé yo.
A veces siento que un texto puede ser el último
y que mi corazón explotará.
Niños desolados, mujeres aterradas y espanto
y me pregunto: ¿a quién le importa?
y sin embargo me levanto
y me pregunto: ¿a quién le importa?
y me pregunto: ¿es como cuando pintaba remolinos?
En esta noche rara
Sokol suena de fondo.
Ella llora por dentro.
A veces no sabemos qué hacer
por él.
El silencio es inmenso
y la soledad de esta noche ahoga el pecho.
A veces no sabemos qué hacer
por él.
Ella es todo.
¿Cómo puedo hacer para alejarme del mundo,
para no saber nada de la gente que no quiero?
Durante siglos me he sentido ahogado,
como un reloj de arena en el fondo del mar.
Y ahora que el amor me trajo entre las olas
puedo sentir su perfume entre mis dedos.
Y el mar está en mí
como ella está en mí.
Y ella y el mar y yo,
y mis dedos y el perfume y el amor,
y esta razón que me deja ser
para enfrentar el viento.
Solo en carne viva se escribe poesía.
La morganita brilla destapada.
Una luna llora sola, eso no es poesía,
pero no puedo evitar que el sol no salga.
Mi luna brilla descalza.
Una mujer es poesía cuando se desnuda.
Mi mujer es mi luna
y es poesía, desnuda.
Una mujer llora sola, borracha de amor,
y mi corazón late al ritmo de los labios de la mujer
que me abrazó,
y con mi red, que es más grande que África,
junto palabras para ella.
Un hombre se tambalea, mareado de alcohol,
y mi corazón late al ritmo de los labios de la mujer
que abracé,
y con mi red, que es más grande que África,
junto palabras para ella.
Pienso en la mujer sola
y en el hombre ebrio
y en el silencio
y en nuestras bocas tapadas de dolor.
¡Oh! mi amor
ya no hay muerte que nos apague.
Esperé siglos que la luz me dé calor
mientras el frío enloquecía mis sueños
y la espuma de la enfermedad me tapaba los ojos
y corría, yo corría, corría solo, dentro de mí.
¡Oh! Luz de amor que calmas mi vida.
Me apagaré,
como las brasas de carbón se enfrían al costado del viento.
¡Oh! Dios, déjame a ella conmigo.
Me apagaré,
como el sonido de las voces de las personas que he amado,
pero que ya se han muerto.
¡Oh! Dios, déjame a ella conmigo.
Y que mis hijos sepan que los amo cuando mi recuerdo los abrace en la inmensidad del silencio.
¡Oh! Dios, déjame a ella conmigo.